jueves, 24 de diciembre de 2015

¡¡Feliz Navidad!!

Hoy es la primera Nochebuena de mis nuevas Navidades.

Digo esto porque creo que las Navidades con niños son otra cosa. El brillo de las luces reflejadas en sus ojos que las ven por primera vez, la felicidad al poner el árbol y llenarlo de adornos hechos por ellos, su afán en preparar la carta para los Reyes, los nervios en la Cabalgata, las caras al descubrir los regalos la mañana de Reyes... Creo que ésa es la verdadera magia de la Navidad, la que está cargada de inocencia, de ilusión y de ganas de compartir esa felicidad con los que les rodean.


Los adultos conocemos la dura realidad de que el nuevo año nos traerá más corrupción, más dramas de la inmigración, más imágenes de guerras injustas, más apuros económicos...y aún así nos dejamos contagiar por esa ilusión infantil.
Ésa es la verdadera magia de la Navidad.


Y mirando a Bubi pienso en cómo afrontar estas fiestas. Este año no tiene mucha importancia pero, ¿y a partir del año que viene? ¿Qué le contaré sobre los Reyes? ¿Qué le diré sobre Papá Noel con lo poco que me gusta esa tradición?
Creo que todas las madres y padres nos hacemos esta pregunta cuando nuestros pequeños retoños viven su primera Navidad. Hay que tomar una decisión y ser coherente con ella...y eso no es cosa fácil...

Cuando yo tenía cinco años, recuerdo perfectamente el día de la Cabalgata, así que era el 5 de enero de 1988. Llegábamos a casa al mediodía tras ver a Melchor, Gaspar y Baltasar que acababan de llegar al puerto de Gijón para saludar a los niños y niñas como anticipo de la cabalgata. Al entrar en casa y poner la televisión apareció la recepción real de Madrid en directo. ¿Cómo podía ser? Si yo acababa de dejar a los Reyes en el puerto... Y lo más curioso de todo...¡tenían otras caras! Y para colmo de males, ¡Baltasar era un blanco pintado!
Lamentable que en el Madrid de aquellos años el rey negro fuera pintado... Más lamentable aún que hoy en día lo siga siendo en muchos lugares. En Gijón siempre ha sido un hombre de raza negra, y siempre el mismo, al igual que Melchor y Gaspar que repiten "realeza" un año tras otro.

Aquello se caía por su propio peso. Así que mi madre me sentó sobre la mesa de la cocina. "Tengo que decirte algo" me dijo. Recuerdo que la notaba tan nerviosa que me esperaba algo malo... La siguiente frase no la recuerdo con exactitud, ni la explicación concreta, sólo recuerdo mi sensación: "Que los regalos los compran los padres... Bien, vale, no hay problema. Menos mal, ahora todo encaja" Y la de mi madre: "Pero no puedes decirlo en el colegio, ¿eh? Los otros niños no lo saben" Podéis imaginar lo que hice al llegar a clase dos días después, ¿no? Una de mis mejores amigas aún me lo echa en cara a día de hoy...jajajaja.

¿Y qué haré con Bubi? He aquí el dilema.
Yo jamás he perdido la ilusión por la Navidad. Me pasé toda mi infancia escribiendo la carta a los Reyes, disfrutando de poner el árbol y el Belén, yendo a la cabalgata, gritando "¡Melchor, traeme los regalos a mí primero!" subida a hombros de mi padre...y, sobretodo, preparando con muchísima ilusión los regalos para mi familia.
Así que creo que la historia se repetirá. Cuando Bubi comience a darse cuenta de que hay demasiadas cosas que no encajan en eso de los Reyes, repetiremos una verdad dulcificada. Me parece una falta de respeto mentir una y otra vez a un niño que por sí mismo se da cuenta de que hay demasiadas "lagunas" en esa historia. Ahora sólo me queda ver cuántos años tarda en llegar la pregunta del millón...jejeje.

Así que sólo me queda desearos muy, muy FELICES FIESTAS para tod@s l@s que me acompañais en esta nueva aventura. Que disfrutéis de estos días en familia y, sobretodo, que todos vuestros sueños se hagan realidad.
¡¡Un abrazo de cuento!!

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